Sobre una atalaya que mira al puerto a 173 m de altura, el Castillo de Montjuic
observa la ciudad con unas vistas formidables. Hoy en día es un lugar
pacífico, pero el recuerdo de la historia de esta fortaleza perdura en
la memoria de Barcelona como símbolo de la represión y también de la
lucha de la ciudad en diversas fases de la historia.
La cima de Montjuïc es un enclave idóneo para la
defensa, ya que cuenta con 360º de vistas sobre el terriotorio. Sin
embargo, no fue hasta la Guerra de los Segadores del
año 1640 cuando la ciudad construyó un recinto militar en el lugar donde
había una torre de vigilancia. Esta primera fortaleza pasó a ser
propiedad real en el año 1652, convirtiéndose poco después en uno de los
principales protagonistas de la Guerra de Sucesión, entre 1705 y 1714.
A mediados del siglo XVIII, el ingeniero militar
Juan Martín Cermeño se encargará de la remodelación del recinto, muy
dañado durante la guerra. Es en esta época cuando el castillo adoptará
el aspecto que conserva hasta hoy. La ciudad de Barcelona
ha sido bombardeada desde el castillo en diversos momentos de su
historia, que también ha tenido funciones de prisión. El 15 de octubre
de 1940 muere allí fusilado el presidente de la Generalitat de Catalunya
Lluís Companys. Hasta 1960 el castillo se mantiene
como una prisión militar y a partir de entonces se cede a la ciudad bajo
la gestión del ejército de tierra. Tres años más tarde Franco
inauguraba allí un museo de armas. Actualmente, desde el año 2007, el
castillo de Montjuïc es propiedad del Ayuntamiento de Barcelona y, por tanto, de todos los barceloneses.
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